viernes, 9 de agosto de 2013

Retomado proyecto de literatura y performance

Hace ya cuatro años comencé a idear un proyecto de performance y realidad, que se manifestaría en un libro y en registros audiovisuales. La idea esta vez era llevar hasta sus límites la diferenciación entre la obra y la realidad circundante. Se trata de insertar un personaje ficticio en un contexto real en interacción con personas reales. Por diferentes situaciones y por lo extremo del tema sobre el cual se desarrolla la obra, el proyecto quedó detenido. Hace poco tiempo, a partir de un reencuentro con Josecarlo, poeta y persona de gran valía e interés, esta vez no de forma personal, sino a través de medios virtuales e impresos, decidí retomar esta empresa. Siento que es necesario traspasar ciertos límites que, como adelanto, puedo decir que están íntimamente relacionados con la precariedad económica que vive gran parte de nuestro país, y que como artista experimento a diario. Me hago eco de las palabras de Elizabeth Neira al respecto. Mi pregunta es si la intención de matar el arte y a los artistas de hambre es algo planificado o casual. En un momento, cuando era muy joven y me enfrenté por primera vez a este panorama, pensé que si el gobierno chileno decidiera imitar al chino y enviar a los inútiles artistas a sembrar y cosechar arroz, yo iría encantado, pues al menos tendría un lugar en una sociedad que me dejaba irremediablemente fuera, ni siquiera en el último lugar, sino fuera. Tras años de postular a fondos, becas y concursos en los que mi inocencia me impedía desconfiar, y que con el tiempo se mostraron como reductos de mafias miserables. Es necesaria una transgresión a la fuente misma de generación de ingresos para el arte, que garanticen una independencia genuina. Apuestas como las de Josecarlo amenazan directamente el modelo económico y permite movilidades económicas que no les resultan convenientes, pues al haber más recursos, hay más tiempo para reflexionar y no tener que vender todo el tiempo a un empleo precario. ¿Es más humillante lamer las botas al fascista e ignorante dueño de una empresa por conservar el puesto?¿Es más humillante usar una gorrita de cara de pollo o vestirse de pizza para ganar una miseria en puestos de comida rápida?¿Es más humillante hablar horas y horas con la peor clase de gente y recibir insultos a diario en un call center?¿Es más humillante ofrecer sexo a cambio de dinero?
Luego escribiré un nuevo reporte con la evolución, detención o hallazgos del proyecto.