domingo, 30 de marzo de 2008

A Julio Miralles


Después de la muerte, nuestras historias se construyen con relatos ajenos, con fragmentos de las vidas de los otros. Durante la semana me enteré por casualidad de la muerte de Julio Miralles a los 36 años, un poeta nacido en Vicuña pero que vivía desde hacía varios años en Iquique.

Estuve sólo una vez en mi vida con él, pero la intensidad del encuentro hizo que nunca me pudiera olvidar, y que años más tarde, con la invención de Internet, intentara buscarlo por todos los medios sin ningún resultado. Siempre recibía informaciones confusas, que estuvo, pero se trasladó, que no dijo dónde iba, que conozco a alguien que sabe pero no tengo cómo ubicarlo.

Yo todavía estaba en el colegio cuando llegué a Vicuña en las vacaciones de verano. Asistí a una lectura del único círculo de poetas de la región, y después de escuchar todo tipo de alegorías rimadas que me tenían al borde del soponcio, presentaron a un poeta joven, que todos reconocían, tenía mucho talento, pero le faltaba experiencia para perfeccionarse en el arte de rimas y alegorías elquinas, que ellos llamaban la verdadera poesía.

Leyó un poema maravilloso, que describía una escena circense, con tanta belleza y suavidad, que no pude dejar de acercarme a él al final de la lectura. Recuerdo la impresión que me causaron también sus enormes ojos con pestañas tupidas como plumas que desplegaba junto a cada frase. Todo lo que quedaba del verano estuve tratando de dibujar su rostro de memoria para que no se me olvidara, pero me resultaba imposible. Intenté encontrarlo nuevamente en Vicuña semanas más tarde para poder mirarlo otra vez y completar mi retrato, pero ahí empezaron los desencuentros, que nadie sabía dónde, que ya no estaba. Empecé a sospechar que había presenciado una aparición y no a alguien de carne y hueso.

Esa única noche, a través del viento cálido que corre entre los cerros morados del Elqui, sus palabras me trasladaron a algunos paisajes de su vida. Me contó que acababa de salir del colegio, que su madre era lavandera y que acababan de llegar al país, después de haber vivido varios años en una localidad en las afueras de la ciudad de Londres, llamada Kensington.

Yo nunca había estado enamorado, pero supe que esos estremecimientos no eran por el viento, que luego de varias horas en la plaza se volvieron más fríos.

Cuatro años más tarde, en un nuevo viaje a Vicuña, conocí a otro poeta joven que dijo ser su amigo, y lo disculpó por su excesiva imaginación. Me dijo que todo lo que él me había contado sólo había ocurrido en sus fantasías. Yo en lugar de sentirme engañado, me sentí agradecido de que él hubiese creado semejantes historias para mí. Mucha gente confunde esas otras realidades con mentiras, pero no se dan cuenta de que son las únicas verdades que vale la pena confesar.

Me enteré por casualidad. Alguien que lo conocía se enteró de la noticia de su muerte. Yo no lo creí, y busqué la confirmación hasta que encontré un artículo en un medio digital del Valle del Elqui que empezaba: “El pasado domingo 23 de marzo y a la edad de 36 años dejó de existir en la ciudad de Iquique el destacado poeta, escritor, dramaturgo y escultor Julio Miralles González, tras sufrir de una larga y penosa enfermedad”. Otra vez el eufemismo de la larga y penosa enfermedad. Me hubiera gustado llegar antes para que esa enfermedad hubiese sido menos penosa y menos enfermedad.

Ahora sólo me queda hacerle un pequeño, pero muy sentido homenaje, mostrando éstos, fragmentos de los pocos versos suyos que he podido conseguir en una suerte de de cadáver exquisito, y en algún lugar de mi corazón, quedará encendida una vela o una mariposa se vestirá de luto.


Lost and Found/Objetos perdidos

Lanzo una flecha

delante de la noche

a esta nada donde ciberviajas

¿Existes? pregunto a este infinito...

Sé que sí, aunque seas otro animal,

un nuevo animal de los que no hacen ruido.

¿Existes mariposa en el frío polar de los recuerdos?

Sé que sí, estás siempre aquí posada en el pétalo del corazón.

Entonces mi cordillera inmensa

apenas me alcanza

para declarar infinito tu nombre de poeta



De Cómo, sin ser Invitada, Llegó la Soledad para Quedarse


Cuando todos se fueron

la soledad se mudó con todos sus muebles

i ocupó las viejas buhardillas de mis ojos,

los estrechos pasadizos de mi corazón

i hasta en las sucias escaleras de mi alma

colgó,

la soledad,

sus sombreros

i sus abrigos.


Cuando tú te fuiste,

la soledad lo enredó todo

con sus enredaderas i sus arañas …

desde entonces

vive i duerme conmigo

en las alcobas del silencio.



IX


Para qué nos vamos a maquillar chiquillas

hoy que se recuerda a los difuntos

si de todas formas no nos ven

ni aunque anduviéramos vestidas de relámpago.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Estimado Barrera Real:
Disfruté conocer a Miralles, sus creaciones, su alegría y su unicidad tan especial. Me pesa su partida y mi distancia, extraño el modo en que decoraba al mundo con su humor y su buen gusto, su capacidad alquimista de transformar una pluma, un cartón o una palabra en invaluables obras.
Agradezco entonces el espacio que le dedicaste y el cariño que despertó en tí con sólo conocerlo una vez, así era él...
Tengo algunas de sus obras que con gusto compartiría contigo si te contactas, sería una forma de inmortalizar a este amigo poeta que debe andar de ángel bello volando a la puesta de sol...
Saluda agradecida,
Pame.

ercilla dijo...

Serán 8 años cuando lo conocí me lo presento su amigo pablo (su hermano diría el) era unas de esas personas que no dicen nada a primera vista y luego lo dicen todo cuando te miran, me llamo pequeño nazi culto y pomposo (con su sinceridad y grandilocuencia que mis palabras en nada igualan) para luego invitarnos a dar una vuelta en victoria por mi querida ciudad, pequeña como es la vuelta duro poco y costo mucho, pago demás y lo fuimos a dejar ala estación de buses mientras conversábamos de los poetas olvidados , de esos que nadie salvo sus amigos recuerdan y triste me dijo que ese era el destino de la mayoría .

Antes de partir me dejo leer uno de sus poemas, que hablaba de manatíes en un bar y el amanecer en el fondo del mar, me regalo una copia de su libro la formulas secretas de la soledad se despidió subió a un bus y se fue para siempre.

Hoy Salí temprano del trabajo así que decidí ir a ver a pablo ese gigante de cuerpo y alma que tengo la suerte de llamar amigo, conversamos sobre el tiempo en que n o hemos conversado, lió un cigarrillo y me invita al patio a tomar el fresco ase mucho que no hablamos, le cuento de la muerte de mi hermana y el me dice el año pasado fue terrible también murió julio, despistado como siempre pregunto cual y me dice Miralles, atontado pregunto cuando don de y como y recibo mis respuestas luego agrega que no sabe aun como sobreponerse y lo comprendo son 17 años de cariño, respeto y admiración . Yo solo lo vi. Un día y no se me sobreponer siempre espere ver su nombre en las librerías con tapas gruesas y letras doradas, que Surita o Anwandter o Araya o Bello o Carrasco o Figueroa o Herrera o Preiss
Nadie se puede igualar a Miralles, salvo Miralles.

Caminando disfrazado de huidobro, altivo como Cirano, sin temor ni odio como caminan los grandes que dios a quien tanto quiso lo tenga en su gloria escribiendo poemas que nos recite en sueños.

ercilla dijo...

Serán 8 años cuando lo conocí me lo presento su amigo pablo (su hermano diría el) era unas de esas personas que no dicen nada a primera vista y luego lo dicen todo cuando te miran, me llamo pequeño nazi culto y pomposo (con su sinceridad y grandilocuencia que mis palabras en nada igualan) para luego invitarnos a dar una vuelta en victoria por mi querida ciudad, pequeña como es la vuelta duro poco y costo mucho, pago demás y lo fuimos a dejar ala estación de buses mientras conversábamos de los poetas olvidados , de esos que nadie salvo sus amigos recuerdan y triste me dijo que ese era el destino de la mayoría .

Antes de partir me dejo leer uno de sus poemas, que hablaba de manatíes en un bar y el amanecer en el fondo del mar, me regalo una copia de su libro la formulas secretas de la soledad se despidió subió a un bus y se fue para siempre.

Hoy Salí temprano del trabajo así que decidí ir a ver a pablo ese gigante de cuerpo y alma que tengo la suerte de llamar amigo, conversamos sobre el tiempo en que n o hemos conversado, lió un cigarrillo y me invita al patio a tomar el fresco ase mucho que no hablamos, le cuento de la muerte de mi hermana y el me dice el año pasado fue terrible también murió julio, despistado como siempre pregunto cual y me dice Miralles, atontado pregunto cuando don de y como y recibo mis respuestas luego agrega que no sabe aun como sobreponerse y lo comprendo son 17 años de cariño, respeto y admiración . Yo solo lo vi. Un día y no se me sobreponer siempre espere ver su nombre en las librerías con tapas gruesas y letras doradas, que Surita o Anwandter o Araya o Bello o Carrasco o Figueroa o Herrera o Preiss
Nadie se puede igualar a Miralles, salvo Miralles.

Caminando disfrazado de huidobro, altivo como Cirano, sin temor ni odio como caminan los grandes que dios a quien tanto quiso lo tenga en su gloria escribiendo poemas que nos recite en sueños.

medicamentoso dijo...

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